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CON LA VENIAHe estado dándole vueltas y vueltas y vueltas y vueltas a una propuesta, que, de puro sencilla, debería ser obvia, pero... he decidido no presentarla. ¿Por qué?, se preguntarán ustedes. Pues verán: tras larga observación y no menos larga meditación, he llegado a la conclusión de que nuestras autoridades están inmersas en unos debates tan complejos y de tan alto nivel, que el camino más corto para que no te entiendan es hacer una petición clara, sencilla, barata, y de sentido común. Y así pasa lo que pasa: que usted quiere una ciudad limpia, pues... quitamos las papeleras; que se queja de que la vida está cara, pues... subimos las tasas y los impuestos; que se queja de la subida de tasas e impuestos, pues... suprimimos el servicio; que quiere contemplar cómo corre el agua bajo el nuevo puente, pues... ponemos barandillas inclinadas, y si es mayor contempla el cielo, y si es niño, los cristales; que desea que las obras vayan rápidas para que sólo le molesten lo justo, pues... empezamos tres a la vez, y como decía mi tío a su macho: Mohíno, paso lento, que vas p´al ayuntamiento; que se queja de que van demasiado lentas, pues... las llenamos de baches, no vaya a ser que usted corra y nos deje en evidencia, ¡hombre!; que se queja de que en los jardines hay pocas flores, pues... sembramos todo de hierba, que flores y floreros ya tenemos en el ayuntamiento; que los ganaderos quieren que les cambien de recinto ferial, pues... les cambiamos de fecha; que las mamás quieren tomar café en la terraza de los cines mientras sus niños se columpian, pues... trasladamos los columpios, y una de dos: o sus niños se aburren, o las mamás no toman café. Y no se queje, señora, que en Los Llanos a sus hijos les puede venir encima una mala sombra, o una hoja en caída libre, mientras los coches del aparcamiento tienen buenos frenos y le van a dar un toquecito de emoción a su vida: ¡Rafaeliiitooooo, cuidao-con-el-cooocheeee!; ¡Luisiiitooooo, que-viene-La-Estelleeesaaaa! No lo piense, ¡no! No se les ocurra pensar, ¡ni por un momento!, que lo hacen a posta. Póngase en su lugar: deje los pucheros en la cocina, o el buzo en la taquilla (táchese lo que no proceda); camine hacia el ayuntamiento en medio de un reconocimiento popular: ¡mira!, si es fulana...; ¡mira!, mengano... Suba al primer piso, entre en un salón lleno de flores, cuadros, antigüedades, mullidos sofás, una temperatura agradable... Se sienta cómodamente en el sillón, mira a la mesa... y no sabe por qué teléfono comenzar. Abre la cartera...., y la encuentra llena. En esto que comienza a entrar gente tratándole de usía p´aquí, usía p´allá; una firma por acá, un autógrafo por acullá... Y ¡claro!, hay que ser de piedra p´a que la vanidad no le haga levitar... Entonces, pasa el vecino del quinto, que lleva meses y meses esperando a que usía lo reciba haciendo un hueco entre tanta comisión y tanto parlamento, y, ¡qué desfachatez!, en vez de hacerle la venia, pues... se la toca. Comprenderán ustedes que la autoridá, en su nube..., desde esa altura..., aturdida por tanto rendibú..., mira hacia abajo..., ve una cosa que le incordia..., siente vértigo..., y... como no puede ser de otra manera..., o le entiende mal, o le entiende al revés... ¿A que ahora se hacen cargo de por qué he decidido no formular la petición, y mandar una carta a Sus Majestades los Reyes Magos? Nota: esta colaboración se publicó en el nº 205 de Calle Mayor, el 11/01/01 |
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