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TIERRA ESTELLA: DOS SENSIBILIDADESEn la presentación de la Edición Tierra Estella de DDN, de la misma manera que cuando la Mancomunidad de Montejurra presentó en el Parlamento el estado de la Merindad, en nuestros políticos se han apreciado dos sensibilidades opuestas a la hora de valorar la situación de Tierra Estella. Una de las sensibilidades, representada por la presidenta de la MAM y la mayor parte de los alcaldes -la alcaldesa de Estella fue una de las pocas excepciones-, muestra su preocupación ante el estancamiento de nuestra tierra y el hecho de que esa prosperidad económica sin parangón (Miguel Sanz) que desde hace años disfruta Navarra no afecte a nuestra zona, y exige una rápida atención a nuestros problemas y carencias para que podamos ser beneficiarios del desarrollo navarro. La otra sensibilidad, representada por nuestros parlamentarios -y en mayor medida por Castejón-, consiste en ignorar la situación y, en base a tópicos, medias verdades y vanas esperanzas mostrar un optimismo paralizante que está fuera de lugar. No se si piensan que porque a ellos les va bien también nos debe ir bien a los demás, o pretenden ocultar su responsabilidad activa o pasiva en nuestro actual estancamiento. Cuando en la última década la población de nuestra merindad ha disminuido el 6%. Cuando la mayor parte de los pueblos pequeños llevan peligro de despoblarse. Cuando diariamente más de un millar de merindanos se ven obligados a desplazarse a trabajar a Pamplona. Cuando en los últimos 25 años a Tierra Estella no ha llegado ninguna inversión que haya dado lugar a una sola industria nueva. Cuando después de tres lustros el polígono de Villatuerta tiene una ocupación del 17%. Cuando a nuestra merindad no va a llegar una sola gota de agua de Itoiz..., no hay lugar para el optimismo. Castejón y nuestros representantes deben saber que, si para ellos resulta cómodo que "los lleven" a trabajar a Pamplona, o desplazarse ocasionalmente cobrando buen kilometraje, la mayoría de ese millar de ciudadanos obligados a desplazarse diariamente a Pamplona preferiría trabajar en Estella o Los Arcos. Y que Estella, industrialmente, debería representar para buena parte de su merindad la que representa Pamplona para su comarca. Porque, si bien es cierto que de la ciudad del Ega a la capital se va en treinta minutos, otro tanto le cuesta al amescoano, al de Desojo o al de Guembe llegar hasta Estella. Y si ese merindano para ganar el jornal debe ir diariamente hasta Landaben, a la larga tendrá que cerrar la casa del pueblo y comprar un piso en La Rochapea. No seré yo quien niegue las grandes potencialidades de Tierra Estella. Pero tener conciencia de ello aún hace más dura la realidad, y mayor nuestra responsabilidad por limitarnos a apelar a esas potencialidades sin sacarles provecho. Hasta la fecha, no hemos sabido conservar, ni paisajista ni demográficamente, pueblos y valles bellísimos. Tenemos arte a espuertas; nos cruza una de las rutas turísticas más importantes de Europa -el Camino de Santiago-, y sólo hemos sido capaces de obtener beneficios turísticos marginales. El beneficio que se derive de nuestros parques de Urbasa y Andía puede caer, en mayor medida, en zonas extrañas como la Barranca, Burunda, etc. Resumiendo: en Tierra Estella tenemos lo importante -paisaje, arte, historia-, pero nos falta el elemento humano capaz de sacar provecho a esas potencialidades y, sobre todo, necesitamos unos políticos y unas administraciones comprometidas con el desarrollo de esta tierra. Yo tengo el deseo y la esperanza de que esta edición sirva no sólo para recoger la crónica diaria de la zona, sino, también, para mostrar sus problemas, suscitar el debate, sacudir nuestro ensimismamiento y, por tanto, ser agente de su desarrollo con un servicio a esos ciudadanos, alcaldes y concejales que saben que sin comunicaciones e industria no hay futuro, y trabajan para que el desarrollo también empape nuestra zona. Nota: este escrito se publicó en la edición Tierra Estella de Diario de Navarra. Con él comencé una etapa de colaboración semanal, hasta que en abril de 2000, después de que no me publicaran dos de ellas y de comprobar que mi incidencia era escasa porque no eran leídas en Pamplona, di por terminada mi etapa en Diario de Navarra. Mis deseos para la edición Tierra Estella no se han cumplido: no ha habido debate, ni participación, ni colaboración ciudadana. |
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