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ESCENAS DE LA VIDA COTIDIANAMiércoles 23 de mayo, a media tarde. La plaza de los Fueros está llena de críos. Un camión de gran tonelaje penetra en la plaza, emboca hacia Calderería y, marcha atrás, con la ayuda de una señal acústica se dirige a cargar escombros en la calle del Puy. Unas madres corren a por sus hijos; otras les gritan ¡QUE VIENE EL CAMIÓN!. Al llegar a la calle de la Estrella tiene que detenerse, parar el motor y esperar: la calle, que es peatonal, está bloqueada por seis vehículos, unos orientados hacia Navarrería, otros hacia la plaza. Un auténtico caos que cuesta solucionar. Cuando al fin se despeja el primer tramo de la calle, el camión se abre paso entre las terrazas de los bares y los peatones que por ella caminan. La calle, de por sí estrecha, aún lo es más en esas circunstancias. Algunos peatones se protegen bajo el dintel de las entradas, otros retroceden; alguna madre, con su niño, se juega la vida pasando por el estrecho pasillo que forman el camión y los edificios. El conductor poco puede ver por los retrovisores, debiéndose fiar de que los ciudadanos, alertados por la señal acústica, le dejen la vía libre. La policía tiene cosas más importantes que hacer (¿). La empresa, ajustada en costes, no considera oportuno poner una persona para que ayude al camión en su maniobra. Ese día la suerte viene de cara. La calle es peatonal. Media noche del sábado 2 de junio. Calle Navarrería frente al bar del mismo nombre. Un coche está aparcado. Tiene la música a tope, y para facilitar su negocio y refrescar el habitáculo permanece con las puertas abiertas. Seguramente que ni Vd., ni yo, ni ninguno de los vecinos, tendrá interés en comprar su mercancía; pero la música se escucha perfectamente. Los vecinos se suelen quejar del ruido nocturno y de muchas otras cosas que suceden en la calle. La calle es peatonal. Es media noche. La policía ¿estará, sonómetro en mano, esperando que una denuncia la requiera? Cualquier día en la calle Zapatería. Un furgón de reparto permanece aparcado junto a la acera. Un turismo entra en dirección prohibida, y para llegar a su destino tiene que subirse a la acera mientras los peatones le dejan paso bajándose a la calzada. La calle es peatonal. La dirección en que circula, prohibida. Pero el turismo ¿por qué va a entrar por los accesos autorizados si tiene que dar un rodeo y no tiene tarjeta? Primera hora de la tarde de un día cualquiera en la calle Calderería. Un turismo permanece aparcado enfrente de un bar. El propietario, tomará un café o echará una partida a las cartas. No lo sé. El aparcamiento del Bellviste está a escasos cincuenta metros. Pero ¿por qué va a dejarlo a pleno sol cuando en la Calderería le da la sombra? La calle es peatonal. El bolardo de Recoletas lleva más de un mes inactivo. Un sábado por la mañana en la plaza de Santiago. Una ranchera permanece aparcada a la espera de que el propietario cierre su negocio en la calle vecina. Si la aparcase en los lugares autorizados, caminar del vehículo al negocio le llevaría más tiempo que hacerlo desde el domicilio. Pero en la plaza de Santiago puede aparcar sin control. Los clientes salen de su negocio con menos peso del que entran; él, con las manos en los bolsillos. ¿Será este comerciante uno de los que piden la despeatonalización de la plaza? Un domingo cualquiera en la plaza de los Fueros, hacia las 10 de la mañana. Un vecino de nuestro pueblo más próximo, al mando de su flamante todo terreno, aparca en las proximidades de Calderería, compra el pan en la boutique, lo deja en el vehículo, camina hasta la calle Mayor, compra la prensa, vuelve a su vehículo y abandona la plaza. Yo no podré aparcar en la zona en la que vive: para entrar necesito tarjeta de residente. Cualquier día de verano en la plaza de los Fueros. A primera hora de la mañana los bares colocan las terrazas. Tardarán horas en ser ocupadas. Pero saben que si no lo hacen pronto, los coches ocuparán el lugar, y mesas y sillas tendrán que esperar hasta mediodía. Y la policía, se preguntarán algunos. ¡Ah, la policía! Intentando aclararse si es zona peatonal o de tráfico restringido, y compitiendo entre sí por no ser el malo que pone multas que pueden acabar en la papelera, parecen de la secreta -¡es tan difícil localizarlos cuando hay un problema...!-, pero el problema, al decir de muchos, es que padecen de acústica: se deben orientar por el eco, y, ya se sabe..., el eco te dirige al lugar opuesto al que produjo el sonido. Nota: esta colaboración se publicó en el nº 216 de Calle Mayor, el 14/06/01. Año y medio después, el tráfico sigue igual. Los vecinos de Navarrería recogieron firmas contra el ruido. |
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