Javier Hermoso de Mendoza
Javier Hermoso de Mendoza
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PLAZA DE LA CORONACIÓN

Comenzaré por señalar lo que me parece un acierto: ampliar la acera de Carlos II el Malo. Y mostraré, después, mis dudas sobre la conveniencia de trasladar la plazoleta de la Coronación a la intersección de la calle San Andrés.

Recuerdo vivamente las largas polémicas que hace un década sostuve en el ayuntamiento defendiendo para el puente de Los Llanos un trazado perpendicular al del río (otros defendían, con igual vehemencia, un trazado oblicuo), y que, como consecuencia del nuevo puente, se desplazara hacia el aparcamiento el eje de Carlos II el Malo para permitir la construcción de una acera bien ancha en la que se pudiera pasear cómodamente e, incluso, colocar veladores y terrazas si algún establecimiento hostelero se ubicara en la zona.

Comprenderá el lector mi satisfacción al ver que después de tantos años, cuando al fin se construyen puente y acera, estas obras coincidan con lo que tantas veces defendí en solitario.

La amplia acera que se piensa construir debe llevarnos a la reflexionar -especialmente a nuestro ayuntamiento- sobre la ciudad que hasta ahora -y también ahora- estamos construyendo, con unas calles de trazado irregular y una aceras estrechas que no venían justificadas por el terreno y que dificultan notablemente su uso: aceras estrechas en las que su anchura útil se ve reducida por rampas de acceso de vehículos y alcorques para árboles, hasta el punto de impedir el cruce de dos personas o el paso de un cochecito de gemelos.

No estoy convencido de que el traslado de la plaza de la Coronación sea un acierto. Quien tenga edad para ello y haga memoria, recordará una acera estrecha junto al edificio de la Estación, y una superficie asfaltada libre de obstáculos en la que aparcaban los autobuses. Desaparecido el ferrocarril, estos vehículos pasaron a ocupar la parte trasera del edificio, quedando libre una plaza que se cruzaba a través de larguísimos pasos de cebra mientras los coches pasaban por delante y por detrás del peatón.

Cuando una de las direcciones de tráfico se desvió de Inmaculada a la Estación, y el edificio se adaptó para conservatorio, pensando en la seguridad de los peatones y, sobre todo, de los alumnos que acudían al centro, se adosó una plazoleta al edificio, la cual facilitaba el acceso y la estancia de los peatones, a la vez que obligaba a los coches a moderar su velocidad. Las razones que llevaron al ayuntamiento a ordenar la plaza de esa manera siguen siendo totalmente válidas, y no conozco ninguna razón que obligue o aconseje el traslado de la zona peatonal, al otro lado de la plaza, a costa de la seguridad de los usuarios del edificio de la Estación.

Esmérese la Oficina Técnica Municipal en el diseño de los materiales y el mobiliario. Construya una fuente estándar, si así le place (tendremos una fuente anodina, sin mérito ni arte, que será un nuevo recipiente de suciedad como antes lo fue el Monumento al Agua), pero respete la actual zona peatonal, y no la traslade sin antes haber recabado la opinión de los usuarios del edificio y, sobre todo, la de los padres, alumnos y profesores de la escuela de Música.

Y valórese si el dinero que va a costar la fuente no estaría mejor empleado en erigir en la plaza uno de esos monumentos (a Fray Diego, a Romano, etc.) que tantas veces se ha intentado y que jalonan nuestra pequeña historia de renuncias.

Nota: esta colaboración fue publicada en el nº 194 de Calle Mayor, el 29/06/00.

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