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QUADERNA VIAgran error es vivir sin vino y sin amante. Robaiyyat, Omar Jayyam (poeta persa, 1048-1122) Los que andamos por la cincuentena, primero en Los Castillos, después en El Trovador, abrevamos y danzamos, sufrimos, gozamos, y paseamos esperanzas, amores y despechos bajo la comprensiva, atenta y servicial mirada de Domingo y Federico. Fueron otros tiempos. Hoy, las nuevas generaciones de Federico el escanciador, después de un periplo iniciático por La Rioja han vuelto al origen, y abandonando la cerveza, el refresco y los modernos combinados, con ilusión y buen hacer se disponen a saciar nuestra sed y a alimentar nuestro espíritu con mostos ecológicos criados y elaborados a la sombra del mítico y siempre entrañable Montejurra. Es la vuelta al origen que todos hacemos después del despendole de la juventud y la difícil travesía de la mocedad, buscando en la meseta de la madurez la tranquilidad y la sencillez de lo bueno, lo sencillo y lo sano. Y, para ello, ¿donde encontrar mejor apoyo que caminar por la vida acompañados de un vino cultivado con el mismo respeto a la naturaleza que va de Noé a nuestros abuelos? Comenzaron su vinífera labor en San Vicente de la Sonsierra, allá donde como vigía de las vegas castellanas, desde el extremo de la Merindad se defendía el Viejo Reino de Navarra. Hoy, siguiendo la tradición, podan, esforrocinan, deshijan, despuntan, y tras decorar las vides con el azufre volcánico y el sulfato de cobre suavizado por la humilde cal que antes llegaba de Murieta, vendimian y vinifican la uva junto a la ciudad que dio nombre a la comarca y desde hace un milenio preside las tierras en las que se formó el primigenio reino de Navarra. Mirando al Sur-Este, Montejurra, la montaña de la Tradición; dirigiendo la vista al Oeste, Monjardín, atalaya y baluarte cristiano sobre el islán; y hacia el Norte, las sierras que separando el "ager" del "saltus" forman la barrera climática que establece el límite de los cultivos mediterráneos. Desde las proximidades de Irache, la bodega Quaderna Via es un otero desde el que se divisan los hitos de lo mejor de Navarra, y el crisol que recoge el elixir que desde el interior de la tierra aflora a través de las cepas. Elaborar el vino siempre ha tenido un componente casi religioso. Por eso, como en los antiguos monasterios, en esta bodega todo gira en torno a un claustro austero con columnas de piedra de fuste en una sola pieza, sencilla basa y capitel troncocónico. Paseando en su derredor, tras un zócalo en el que se han aprovechado piedras del otrora orgulloso y hoy desaparecido cuartel del Marqués de Estella, encontramos la sala de prensado y fermentación, con sus modernos cubos de acero inoxidable, hasta los que llega el mosto en recipientes pequeños para que así no sufra daño el fruto; la sala de almacenado y crianza, con sus barricas de roble francés y americano, en las que su distinto grado de tostado permite que la madera se exprese de variadas formas; la sala de embotellado, en la que las botellas de tres pintas esperan destino, bien a España, bien a Alemania; y arriba, en la torre, la zona de atención al cliente en la que pudimos paladear el vino y degustar unas viandas obsequio de la casa. En todo el edificio, la madera te acompaña sin solución de continuidad como exponente de ese gusto por lo tradicional que tan bien casa con el caldo ecológico. La madera de roble, como laboratorio natural, está en las duelas y tapas de las barricas; la madera de esbelto abeto roncalés, con piezas que llegan a medir más de trece metros, en agradable entramado de cadenas y solivos forma la estructura, ingrávida en apariencia, sobre la que descansa el tejado. Un agradable conjunto forma esta bodega, digna contenedora de un proyecto sencillo y ambicioso que se condensa en el nombre, Quaderna Via: obra en verso alejandrino atribuida a Gonzalo de Berceo, prototipo por excelencia del llamado Méster de Clerecía, que allá en el lejano siglo XIII buscó la perfección con verso de catorce sílabas dividido en dos hemistiquios de a siete. Perfección vinífera que en el siglo XXI, sin tanto alambicamiento, pretende alcanzar la familia Ripa con sus vinos ecológicos, cuya cata en bodega y mesa aconsejo. Estella, otoño del 2003 |
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