Javier Hermoso de Mendoza
Javier Hermoso de Mendoza
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SABER PERDER

La negativa de UPN a comprometerse en lo que debiera ser la tarea colectiva de llevar adelante la gobernabilidad de Estella para así desviarla del grave proceso de estancamiento en que se halla, no es una buena noticia ni para la ciudad ni para los regionalistas. El rechazo a aceptar la oferta de la alcaldesa María José Fernández de trabajar por el bien de la ciudad haciéndose cargo de un área de responsabilidad que ponga a prueba su valía, apunta a que los regionalistas se disponen a hacer una oposición bronca que ponga todo su interés en echar arena sobre los engranajes que gobiernan la ciudad, practicando sin rubor ni disimulo el arte de la zancadilla. Se avecinan, pues, cuatro años en los que Bozal y sus acólitos (queda la esperanza de que los dos nuevos pongan algo de sensatez) volverán, como hace dos legislaturas, al lloriqueo y el lamento continuo del no nos dejan, no nos informan, nos marginan, o al "no por el no" del que tan fariseamente se han quejado a pesar de que han sido expertos practicantes. Esta actitud negativa no se la merece el ciudadano, y es una desgracia para los votantes regionalistas, que, me imagino, independientemente de quién gobierne querrán lo mejor para Estella.

No hay más cera que la que arde, y de la abundancia de corazón habla la boca. Como dicen los que saben y entienden de las grandezas y miserias del alma humana, la respuesta a un resultado inesperado y adverso muestra el carácter de la persona con una nitidez que en ningún otro momento ni por otros medios se puede obtener. Y en esas estamos, como espectadores, dispuestos a observar donde mora la grandeza y la miseria de quienes nos representan.

Precedentes, existen: hace cuatro años, el socialismo estellés se presentó a las elecciones con la esperanza y el convencimiento de ganarlas y así alcanzar la alcaldía. Los resultados le fueron adversos, y dando un ejemplo de responsabilidad, con esfuerzo, trabajo y sin un mal gesto puso todo su empeño en hacer viable la gobernabilidad de la ciudad. Solamente al verse utilizado y engañado, tres años después abandonó las presidencias de las comisiones que tenía encomendadas, aunque siguió trabajando con igual tesón y con los mismos aciertos y errores. Fue una actitud correcta, fruto de una nobleza de carácter, que yo, que tanto discrepé de su forma de ejercer la oposición, reconozco sin reservas.

Hoy, la otra cara de la moneda la estamos viendo en esas personas que, creyéndose poco menos que con derecho divino a regir los destinos de Estella, no han sido capaces de asimilar el veredicto de las urnas y el juego de alianzas que la legalidad permite. Pudo haber sido un pronto: un arrebato que debieran haber controlado. Pero cada día que pasa va adquiriendo ribetes de permanencia y muestra un mal carácter que escapa al control de las más elementales normas que debieran regir la convivencia municipal, con urbanidad, cortesía y educación. Los desplantes del día de elección de alcaldesa; la inasistencia a la visita del Ángel de Aralar; su comportamiento en la procesión del Corpus y una infinidad de declaraciones y detalles, nos muestran una actitud negativa y desconsiderada para la ciudad y sus votantes, que no augura otra cosa que crispación, desplantes, y una oposición irresponsable que demostrará, una vez más, que así como fueron incapaces de gobernar, son incapaces de ejercer la oposición constructiva a la que el voto de los estelleses les ha destinado.

A juzgar por la experiencia acumulada a lo largo de las dos últimas legislaturas, los regionalistas deberían estar más callados y no decir tantas tonterías. El equipo que presidió la Bozal en sus tiempos de alcaldesa confundió fortaleza con prepotencia y cerrazón, lo que en los últimos tiempos le impidió conseguir el apoyo necesario para alcanzar puntualmente la mayoría y así poder llevar a cabo su gestión. Fue un equipo timorato y falto de rigor, incapaz de formular propuestas coherentes, y más pendiente de lo que pudiera hacer el Gobierno que de las posibilidades del propio ayuntamiento, lo que les llevó a rectificar con frecuencia mientras iban de tumbo en tumbo. Durante estos cuatro años, salvo contadas excepciones, se han dedicado a intentar capitalizar los proyectos que encontraron iniciados, buscando apropiarse de la herencia recibida y vivir de sus rentas. Alguno de los proyectos que encontraron avanzados lo han podido terminar, pero otros muchos, y aquellos que estaban en fase menos avanzada, tras cuatro años de parálisis están a la espera de que los lleve a efecto quien los inició o los propuso, que no es otro que el equipo que en estas elecciones ha llegado a la alcaldía. Ningún ayuntamiento hace tabla rasa de las gestiones anteriores, ni pretende partir de cero, y, como es de esperar, a este ayuntamiento le corresponde terminar las contadas iniciativas que en distintas fases de ejecución o proyecto ha encontrado como legado del anterior. Siempre se heredan aciertos y errores, buenas o malas gestiones y, en este caso, desidias vergonzantes que han supuesto la perdida de cuatro años imposibles de recuperar, y que han puesto a la ciudad al borde del abismo. A mí, lo confieso, aunque hubiera dado lugar a otro ayuntamiento, me hubiera gustado una herencia más granada y sin tantas hipotecas, en la que se hubiera visto brillar el modelo UPN. Pero desde luego, si su modelo es el que hemos padecido en Estella, están muy bien donde están, y espero que sea para más de una legislatura, porque a poco que haga el actual Ayuntamiento -y espero que haga mucho- tendrá el plus de haberlo desarrollado con fuertes vientos en contra y sorteando los palos que los regionalistas pretenden introducir en sus ruedas.

Varios de estos palos tocan materia sensible, pretendiendo hacer un uso indecente del problema terrorista. No tienen capacidad moral para exigir nada, ni para dar lecciones, quienes por comodidad y cobardía gobernaron con Batasuna y, mientras exigían la retirada de pegatinas contra la guerra de Iraq, tantas veces el grupo independentista quiso, sin que a la Bozal se le torciera la boca ni hiciera un mal gesto, los plenos fueron acompañados de un gran cartel exigiendo el regreso a casa de sus presos. Tampoco les incomodó la presencia de la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento mientras el cohete marcaba el comienzo de las Fiestas, porque con ello buscaban la tranquilidad que quieren negar a sus sucesores, a quienes pretenden exigir todo aquello que ellos fueron incapaces de exigirse a ellos mismos, por más que chocara con su ideología.

A nadie puede extrañar, pues, que a la vista de su incapacidad para formarse un criterio ajustado a la realidad municipal -lo que ha condicionado su trabajo durante estos cuatro años- los regionalistas hayan perdido la Alcaldía. Ahora, todo apunta a que han iniciado un camino por el difícilmente van a poder recuperarla. Al menos, eso espero.

Nota: esta colaboración se publicó en la edición regional de Diario de Noticias de Navarra, el 6 de julio de 2003

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