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UNA APORTACIÓN A LAS FIESTASEl hecho de que las pasadas Fiestas, desde varios aspectos (hostelería, tranquilidad, toros) merezcan una calificación de notable alto, no debe instalarnos en la autocomplacencia y el inmovilismo. Hay que reconocer que algunos actos festivos, de los llamados populares, están en decadencia, cuando no prácticamente muertos, y que la animación callejera que antes en Estella y hoy en otras poblaciones navarras ha sido el alma de las fiestas, y que viene dada por las peñas, en nuestra ciudad hace años que desapareció. Quien tenga dudas sobre ello, que se desplace a Tafalla a ver la Salida de las Peñas. Esa auténtica y genuina participación popular que se da cuando las Peñas están vivas; esa animación callejera, auténtica explosión de música y baile, en Estella no existe, siendo sustituida por actos populares en retroceso que se mantienen a base de voluntad, y no de espontaneidad, y que está bien que subsistan mientras el participante quiera, pero que no deben ser el alma de la Fiesta, salvo que queramos que esta se parezca, cada vez más, a lo que antaño eran la Semana Grande de San Sebastián y Bilbao, con la diferencia de que en vez de traje vamos de blanco inmaculado y soltamos vacas por la calle. Las Fiestas siempre han sido algo vivo, en constante evolución, que en una generación puede pasar del éxito a la decadencia cuando el ciudadano no sintoniza con lo que se le ofrece, y que en momentos como el actual corresponde al Ayuntamiento modificar el programa con dos medidas: suprimir los actos que no cuentan con participación popular, y devolver a la calle el ambiente que las Peñas no son capaces de dar. Que desaparezca alguno de los actos populares no debe causar ningún trauma. A buen seguro que no lo causará en la juventud, aunque pueda crear alguna incomodidad en aquellas personas que tienen asociado el nacimiento de esos actos a sus recuerdos de juventud o infancia. Pero no debe pasar de ahí: mejor darlos por fallecidos y retirarlos del programa, que exponer su cadáver, todos los días, año tras año. Tal sucede con nuestra Bajadica de El Ché, desaparecida en la práctica por falta de participación, en la que una peña participa y la otra de vez en cuando, y que de mantenerla en el programa, además de dar una imagen decadente de la Fiesta, romper el ritmo de la noche y retrasar el final de la música en la plaza, puede dar lugar a que cualquier año de estos las Peñas no acudan, produciéndose un vacío que se puede y se debe evitar. Su permanencia o desaparición es algo que debe decidir el ayuntamiento, sin delegar en otros la responsabilidad y el precio de la misma. En mi opinión, el programa de la noche debería quedar así: Toro de Fuego, Fuegos Artificiales, Baile de la Era y orquesta. Pudiéndose celebrar la Bajadica del Ché, si las peñas quieren, y fuera de programa, en el tiempo que medie entre el final del Baile de la Era y el comienzo de la orquesta. Algo habrá que hacer, también, respecto del ambiente que las Peñas ya no dan. Ellas mismas reconocen que no son lo que eran. La gente ya no las acompaña, y con su escasa presencia su música no anima el ambiente, produciéndose un gran vacío musical en nuestras calles, y una notable disminución del jolgorio festivo. Esta situación se puede solucionar con las Peñas o sin ellas. Sin las Peñas, contratando charangas o fanfarres para que entre las 12 y las 22 horas ocupen el hueco que ellas han dejado. Con las Peñas, sustituyendo sus actuales músicos por esas charangas o fanfarres (el ayuntamiento debe pagar el sobre-costo) y buscando el tiempo y el recorrido adecuado. Observando lo que sucede en Tafalla, vemos cómo antes de los Toros la gente de las peñas, con sus murgas, se reúne a tomar el completo (café, copa y puro a precio reducido), para después dirigirse bailando al coso taurino. Terminada la corrida, mientras duran las vaquillas los músicos se reúnen a merendar en el bar de la Estación, y a las 21 horas, coincidiendo con la salida de la gente, parten hasta el centro tocando marchas de fanfarria en un continuo avanzar y retroceder al ritmo de la música, y todo el pueblo bailando y contemplando una movida impresionante. No existe en su música la machacona repetición que aquí se da de melodía y jota tocando el himno de la peña, ni tampoco son esas murgas el refugio de aficionados pega-parches y músicos con afición y sin arte. En Tafalla, y de ahí gran parte de su éxito, la murga de las peñas está formada por músicos que forman un conjunto integrado y profesional que, olvidándose de la jota (que casi ningún joven baila ni sabe bailar), tocan pegadizas y animadas marchas de fanfarria. Esto es lo que tenemos que imitar en Estella. El ayuntamiento debe llegar a un acuerdo con las Peñas (por lo menos, con una de ellas), que consista en contratar un grupo de músicos al estilo de Tafalla (a ser posible, los mismos), introducir el completo, y después de la corrida, mientras duren las vaquillas, que los músicos merienden en los bares próximos a la Plaza de Toros, para que cuando termine el espectáculo bajen con buen ritmo hasta la plaza de Los Fueros. El primer año es posible que no se logre el éxito, pero ese es el camino para devolver la animación a las calles y para que las Fiestas de Estella merezcan, en todos los aspectos, un notable alto. Sin olvidar añadir más encierros vespertinos (hasta que lleguen a ser diarios), fuegos artificiales todos los días (muy buenos los de la Zaragozana), mejores orquestas (la Belissima fue muy buena, ¡todo un espectáculo!; las demás oscilaron entre mediocres y muy malas), y llenar el hueco que han dejado los patos (un acierto suprimirlos) con una cucaña en la que se premie el trepar o gatear por un mástil encerado. Nota: esta colaboración se publicó en el nº 196 de Calle Mayor, el 24/08/00. De todo lo propuesto, de momento sólo me han hecho caso con la cucaña. Otras colaboraciones sobre Fiestas: "Por unas Fiestas mejores" y "Las Fiestas de Estella necesitan un meneo". |
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