Javier Hermoso de Mendoza
Javier Hermoso de Mendoza
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XENOFOBIA

El fin de semana 10 al 11 de febrero, unos inmigrantes que jugaban al balompié en la Campa de Escolapios fueron obligados por la policía municipal a interrumpir el juego. El motivo, la denuncia de un ciudadano al que seguramente le reconcomía la envidia de ver la sana alegría con que grupo de inmigrantes pasaba su tiempo libre. Si hubiera habido entre ellos algún Ronaldo o algún Rivaldo cargado de millones, en vez de correr a denunciarlos hubiera hecho cola para mendigar un autógrafo; pero como sólo había humildísimos trabajadores hipotecados hasta las cejas, que ni siquiera disponen de treinta duros para tomarse un café, ni pueden atontarse ante una pantalla de TV tumbados en un cómodo sofá en un piso cuyo termómetro marque los 20º, tenía que denunciarles: la alegría es contagiosa.



Da grima constara que en este pueblo hay gente más tolerante con los vecinos que llevan sus perros a defecar en la hierba del parque, que con esos seres humanos que combaten la nostalgia de su tierra y de su familia corriendo detrás de un balón y aplastando algunas briznas de césped.

Claro que el señor y la señora del perrito son autóctonos y hasta con pedigrí -tanto bípedos como cuadrúpedos-, mientras que esos inmigrantes son sólo currelas que para encontrar un trabajo han puesto en peligro vida, hacienda y familia.

Nota: esta colaboración se publicó en el nº 208 de Calle Mayor, el 22/02/01.

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